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Fuerza
El otro día, en el trabajo, me llamó mi hijo de seis años por teléfono. Entre el lloriqueo, escuché algo sobre caerse y una enorme venda en la rodilla. Estaba ocupada organizando una reunión y rápidamente le dije que lo amaba y que me podía mostrar su rodilla en cuanto llegara a casa en la noche.
La reunión de la tarde se prolongó hasta tarde y ya estaba oscuro cuando llegué a casa. Me había olvidado de la llamada de mi hijo hasta que llegué a casa y entré a mi habitación. Ahí sobre mi cama, estaba mi hijo medio dormido. Mi primer pensamiento fue tomarlo suavemente y llevarlo a su cama para que siguiera durmiendo, pero sabía que en la mañana se sentiría decepcionado. Además, ya me sentía bastante culpable por haberme olvidado del asunto durante todo el día.
Lo desperté suavemente y le pregunté cómo estaba su rodilla. Aunque sólo era un pequeño rasguño, hablamos al respecto durante casi una hora hasta que él me pidió que lo llevara a su cama. Mientras lo acostaba y arropaba, me miró y me sonrió: "Me gusta hablar sobre estas cosas
Percy Zuloaga