trabajo duro

Trabajo Duro

Él nunca se quejaba, ni siquiera cuando nosotros, que éramos unos niños, andábamos alrededor de él, pero puedo decir que su trabajo era arduo. Todas las mañanas tomaba la bolsa con su almuerzo y le daba un beso a mi madre. Luego, yo me quedaba en la ventana agitando la mano mientras retrocedía en esa vieja y desvencijada camioneta. Él siempre me sonreía, agitaba su mano y me enviaba un beso antes de doblar por el camino que lo llevaba al trabajo.

Tarde en la noche, escuchaba el traqueteo de la camioneta y veía por la ventana a un hombre fatigado arrastrarse por el camino hasta la puerta. Cuando entraba en la casa, una brillante sonrisa surcaba su rostro y nos tomaba a todos en un gran abrazo. Fue durante estos abrazos cuando noté por primera vez las manos ásperas y manchadas y las arrugas que eran la señal del trabajo duro.

Nuestro ritual continuaba día tras día. Cada día, teníamos comida en la mesa y un hogar cálido donde vivir. Todos los días él me mostraba los resultados del trabajo duro y la alegría de un hogar amoroso.

Ahora soy mayor y mi padre ya no está con nosotros. Cada vez que me siento descontento con mi trabajo o por lo difíciles que son las cosas, simplemente vuelvo al trabajo, sonrío y me doy cuenta de lo mucho que aprendí de él.