persistencia

Persistencia

Cuando era pequeña, mi abuela solía sacar su violín y tocar para mí a la hora de la siesta. Recuerdo que no había nada que deseara más que ser capaz de tocar tan bien como ella.

Comenzó a enseñarme el día en que cumplí seis años. Me emocionaba el solo hecho de tomar el bien trabajado instrumento y emitir cualquier tipo de sonido que pareciera música, pero pronto me dominó la frustración. Después de sólo unos meses, me sentía enojada porque no podía tocar tan bien como mi abuela y le dije que quería renunciar. Ella me sonrió y dijo que era mi decisión, y suavemente tomó el violín de mis manos. Después de unos pocos días sin sostener ese maravilloso instrumento, estaba lista para volver y continuar mis lecciones. Mi abuela me tendió alegremente el violín y continuamos. Ese incidente se repitió muchas veces con el paso de los años, hasta mi primera audición con la orquesta sinfónica juvenil. Mientras me preparaba para la audición, mi abuela me entregó una fotografía de ella sentada en la primera fila de violines en una enorme orquesta sinfónica. La sonrisa que ella tenía en la fotografía era igual a la que tenía en su rostro en ese momento. En la parte de atrás estaban escritas estas palabras: "La primera silla para la chica más persistente".

Mi abuela falleció hace unos años, pero esa fotografía continúa en la caja de mi violín. Hago una pausa y la miro siempre que saco mi violín para tomar mi lugar con la Orquesta Sinfónica Metropolitana, en la primera fila.