clase y gentileza

Clase Y Gentileza

Era el día de la boda de mi hermana Katie y ella flotaba a través del salón de fiestas sonriendo y agradeciendo a los invitados, bailando con cada uno de los abuelos y dándose el tiempo para conversar con las niñas que llevaban las flores. Se veía tan hermosa y tranquila que nadie habría imaginado que la florista se había equivocado de flores, que el pastel de bodas de tres pisos había llegado algo inclinado y que una de las damas de honor había rasgado su vestido minutos antes de la ceremonia.

Incidentes que habrían podido transformar el día en un acontecimiento tenso y decepcionante sólo fueron motivo de risas debido al punto de vista de Katie. Tras bambalinas observé cómo ella reaccionaba con calma y simpatía con la florista que se deshacía en disculpas y cómo reía mientras posaba para fotografías indiscretas con el pastel un poco inclinado. Cuando la dama de honor tropezó sobre sus tacones y rasgó la falda de su vestido, Katie no entró en pánico, sino que la ayudó a arreglar la rasgadura con una engrapadora, lo que resultó en más fotografías indiscretas de ellas dos posando con la engrapadora.

Cuando los amigos comentan sus peleas con novias nerviosas, yo permanezco en silencio. En mi pared tengo una fotografía de mi sonriente hermana posando junto a un pastel medio desarmado que me recuerda la impresión duradera de clase y gentileza en todas las circunstancias.